CON AMOR, PARA LUKSIC.

 

William Blake.


¿Acaso comí solo mi pedazo de pan?

Yo había hecho ese Pacto con mis ojos de ni siquiera mirar a una doncella.

Pues, ¿cuál es la parte que Dios nos envía desde arriba y cómo devuelve el Omnipotente, desde lo alto?

¿NO es acaso la desgracia para el injusto y la prueba para los que actúan con maldad?

Él sabe cuál ha sido mi conducta y conoce todos mis pasos.

Nunca he andado con mentiras ni corrieron mis pies hacia la falsedad.

Que me pese Dios en la balanza de la Justicia, y se dará cuenta de mi honradez.

Si mis pasos se apartaron del buen camino, si mi corazón corrió tras lo que veían mis ojos, si he manchado mis manos, ¡que otro coma lo que yo sembré, y sean arrancados mis retoños!

Si mi corazón se dejó seducir por mujer, si estuve asechando la puerta de mi prójimo. ¡Sea para otro mi mujer, y otros brazos la estrechen!

Pues hubiera sido una infamia, un crimen condenado por los jueces, un fuego que devora hasta la perdición y que habría consumido mis cosechas.

Si he menospreciado el derecho de mis siervos, o de mis siervas, cuando se quejaron de mí, ¿qué podré hacer cuando Dios se levante a juzgarme, y cuando me pida cuentas, qué responderé?

Quien me formó a mí en el seno materno, ¿NO formó también al pobre?

NO les negué a los pobres lo que deseaban, ni dejé desfallecer los ojos de la viuda.

¿Acaso comí solo mi pedazo de pan, sin compartirlo con el huérfano?

Al contrario, desde mi infancia lo traté como un padre y desde niño he protegido a la viuda.

NO he visto a un necesitado sin vestido ni algún pobre desnudo, sin que en lo íntimo de su ser me bendijera porque del vellón de mis corderos se había calentado.

Si he alzado mi mano contra un huérfano, porque pensaba que podía contar con los jueces, que mi espalda se desprenda del cuello y que mi brazo se parta en el codo.

El terror de Dios caería sobre mí y NO podría resistir ante su Majestad.

NO he puesto en el oro mi confianza, ni he exclamado: “¡Tú eres mi apoyo!”.

NO me complací en la abundancia de mis bienes ni de lo mucho que habían adquirido mis manos.

¿Acaso, al ver el sol en su esplendor y la luna que radiante caminaba, mi corazón se dejó seducir en secreto, y le mandé con mi mano un beso de mi boca?

También esto habría sido una falta criminal, porque habría renegado del Dios que está en lo Alto.

¿Acaso me alegré de la mala suerte de mi enemigo y me sentí feliz por la desgracia que lo afectaba?

Ni siquiera he permitido que mi lengua pecara, deseándole la muerte como una maldición.

Decían las gentes de mi casa: ¿Hay alguien que NO se haya saciado en su mesa?

Jamás el forastero pasaba la noche a la intemperie, pues tenía abierta mi puerta al caminante.

¿Acaso disimulé mis culpas, como hace un cualquiera, ocultando el pecado en mi seno?

¿Acaso debí temer al rumor público hasta quedarme callado y encerrado en mi casa?

¡Quién me diera que se me escuchara!

Ahí va mi firma ¡que me responda el Omnipotente!

La acusación escrita por mi adversario, estoy listo para llevarla sobre mi espalda y me la ceñiré como una corona.

A él le daré cuenta del número de mis pasos y me acercaré a él como un príncipe.

Si la Tierra clamó contra mí y junto con ella lloraron sus surcos, por haber yo comido sus frutos sin pagarlos o porque hice exhalar el alma a su dueño ¡que en lugar de trigo broten en ella espinas, y en lugar de cebada, hierba maloliente!

JOB. 31, 1-40

Audiolibro de Job


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